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sábado, 2 de septiembre de 2017

La historia de JOVITA FEIJÓO

La historia de JOVITA FEIJÓO


Jovita feijóo Jovita Feijóo nace en Bolo Alisal (Palmira – Valle) y se establece con su familia desde muy joven en Cali. En el año a finales de los años 30 existía en Cali una emisora que transmitía un programa llamado “La hora de los aficionados”, el conductor y dueño de la emisora, Hernando Bueno, fue el primero en saber de Jovita.

Apareció un día en la sede de la emisora “La Higueronia” ubicada en la Plaza de Caycedo a probar suerte como muchos cantantes amateurs que querían lograr algún renombre local.

“La Campirana” fue la canción con la que debutó y aunque no le fue muy bien en esa ocasión el Sr. Bueno la invitó a volver. Pronto esta jovencita de 15 años empezaría a ser admirada y un día coronada, con un vestido blanco, a la vista de los transeúntes de la Plaza capital de la ciudad, como una reina menor y, años después, la reina y señora de Cali.

 Jovita, dueña de su utopía, tenía un don de gentes incomparable. No había familia caleña que no la apreciara ni tampoco dama de la alta sociedad que no hubiera tenido con ella algún detalle como regalarle vestidos y joyas. Era en esencia una gitana, no permanecía mucho tiempo establecida en un mismo domicilio, además de que sólo acudía a él en las noches puesto que siempre vivía muy ocupada y tenía citas a toda hora: con el padre Hurtado Gálviz, con José Pardo Llada o con Fernell Franco, si no era que cualquiera de los presidentes de la República de turno no estaban de visita en el Club Colombia, porque entonces iba y se entrevistaba con él por encima de cualquier protocolo y agenda existente en su interminable lucha por tener su Casa del Virrey en Cartago.


 Jovita era una coleccionista de ilusiones y sueños, vivía por cargar con sus atados de recortes donde conservaba sus recuerdos más preciados como las fotografías con Luz Marina Zuluaga, la única miss universo colombiana, o con María Félix.

La fantasía que vestía su espíritu engalanaba todo lugar por el que pasaba y quedaba impregnado de su perfume, el que aún sólo existe en la memoria de los que la conocieron y en los jóvenes por medio de la remembranza que poco suena. Su preocupación por la ciudad y su profunda humanidad contrastada con su carácter fuerte y su aire de monarca hacían de esta mujer un ser humano excepcional.


Su historia como reina propiamente dicha comenzó con una iniciativa de los estudiantes de la Facultad de Mecánica de la Universidad del Valle de postularla como su candidata para el reinado universitario. Aunque no había razón para que compitiera con las otras candidatas, que tenían 30 años menos que ella, fue coronada como la reina de la alegría en el coliseo del colegio Santa Librada a pocos metros de donde hoy se yergue con una sonrisa radiante, un bello vestido verde, una corona y un ramo de rosas como cetro.
Muchos de los antiguos pseudo intelectuales de los que hablamos anteriormente, tal vez sus antepasados, casualmente también por medio de los periódicos locales (antes en el Diario Occidente y en la actualidad en el Diario el País) hirieron profundamente su honor acusándola de loca. Las notas en los periódicos, a pesar de mantener su gobierno sobre las mentes comunes con sutiles pinceladas gramaticales, no lograron burlar la sagacidad de Jovita que protestó por publicaciones en las que se decían cosas como que era una “vieja loca”. Jovita exigió una rectificación. Esta rectificación usó la frase “personaje pintoresco” para referirse a ella, por lo que la rechazó también, hasta que la siguiente edición dominical se la dedicaron completamente como un homenaje sensato a su persona.

Jovita siguió entonces en medio de los cambios que el mundo sufría en plena década de los 60’s, protestaba con los estudiantes, los defendía en todo ámbito social, veía con ansias una ciudad que se preparaba para los Juegos Panamericanos y que afortunadamente no presenció puesto que no habría soportado ver cómo la fuerza pública asesinaba a 20 de los estudiantes que la coronaron. Anduvo pues hasta el último día, buscando tener su casa real, y con un dolor de Cali en su piel curtida.

Esa mañana en que se le gastó el corazón a sus ilusiones Jovita fue llevada a una funeraria en la Avenida Vasquezcobo con un vestido blanco impecable como el que llevaba el día de su primera coronación. Su cuerpo fue depositado en la bóveda número 411 del Cementerio Central muy entrada la noche.


Durante todo el día desfilaron miles y miles de personas desde la Ermita hasta el cementerio para despedir a su soberana. 38 años más tarde, el dolor de Cali y de mundo que sintió Jovita se ignora. La bóveda 411 no fue visitada ni una vez en una semana que visité el cementerio. Pero así, como lo cantaba Caro hace un siglo, termina siendo con todo: (…) con la patria y la juventud, con nuestro hogar y antigua casa, con la inocencia y la virtud!… Mientras tenemos despreciamos, sentimos después de perder, y entonces aquel bien lloramos que se fue para no volver! Ahora es su tiempo, tal vez quede poco de la delgada silueta de Jovita Feijóo.

 Sus 1,68 metros se convirtieron en 4,10 metros de historia por reivindicar. Gracias al maestro Pombo, y a unos cuantos entusiastas como Javier Tafur, en quién su buena fe en rescatar la vida de Jovita en “La Biografía de la de las ilusiones” compensa algunas imprecisiones y levedades del texto. ¡Ave, Jovita, reina infinita!




Foto-periodista:GONZALO ESGUERRA P.

corresponsal colombia
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