Elie Saab
resalta la belleza en un mercado del siglo XIX
La gente, y muchos
diseñadores, suelen olvidar que a veces lo mejor que puede hacer un diseñador
por una mujer es conseguir que se vea y se sienta guapa.
De eso trata la última
colección de Elie Saab, en la que utilizó todo el material disponible en su
atelier para crear vestidos de gran belleza que aportaban cierta cualidad
etérea a las jóvenes que los lucían en su desfile.
Vestidos de gran
belleza de organza bordada con flores cristalinas que parecían esparcidas por
una suave brisa. Vestidos recortados con cristales verdes llevados combinados
con shorts a juego o maravillosos vestidos columna de moiré de lentejuelas
combinadas con guantes a juego. Un aire real de diosa de la pantalla.
Para los momentos
menos atrevidos, proponía maravillosos vestidos de gala en faille, shantung o
gasa fruncida en tonos rosa suave, azul de Prusia o púrpura imperial.
Es posible que ningún
diseñador haga vestidos de novia tan mágicos como Saab, cuyo último look fue
una novia con una cola de 20 metros cuadrados, acabada con relucientes
canutillos y cristales. Quizás el Líbano se esté desmoronando, y Beirut aún se
esté recuperando de aquella gigantesca explosión, pero el atelier de Elie Saab
sigue creando obras de auténtica excelencia. Elegancia bajo presión.
Todo se escenificó en
el Carreau de Temple, un mercado acristalado de finales del siglo XIX, donde
las modelos desfilaron en torno a filas de clientes que mantenían la distancia
social. En la primera fila, pocas más elegantes que Hend Al Otaiba, la primera
embajadora de los Emiratos Árabes Unidos en Francia.
"Hay tantas
experiencias maravillosas que descubrir en París, y Elie Saab es sin duda una
de ellas", afirmaba Al Otaiba.
Foto-periodista:GONZALO ESGUERRA P.
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